Vida Diamante


¡Hola amigos!

Me gusta mucho la historia, pero lo que me encanta de la historia – y casi en forma de morbo – no son las fechas ni acontecimientos importantes, mucho menos las proclamas, guerras o hazañas. Lo que me fascina e intriga de la historia son los hombres y mujeres, individuos comunes, de carne y hueso, sus gustos, excentricidades, escritos, amores, sus historias de carácter, resiliencia y su inquebrantable lucha por los ideales que consideraban correctos. Cuanto deleite al leer una biografía bien escrita.

Descubrí que los grandes de la historia tenían rituales, pero no me refiero necesariamente a procesos de iniciación masonica ni a cultos misticos religiosos, sino rituales muy personales, de su intimidad y propia inventiva.

Desde que leí “Como Ganar Amigos e Influir sobre las personas” de Dale Carnegie me atrapo en especial la historia del honesto Abe. Aunque mas por su sabiduría, sufrimientos, carácter y extraordinaria perseverancia que por su titanica labor histórica de abolir por completo la esclavitud y mantener la unión americana a pesar de la guerra de secesión.

Mucha gente se pregunta como es que hay individuos que pueden hacer tantas cosas a la vez, quizás todo tiene que ver – como asegura el pastor Rick Warren en un libro que leí hace mucho tiempo – con “haber encontrado su propósito de vida, aquello para lo cual nacieron” pero muchas veces la respuesta del como pueden trabajar tan ardientemente sin sobrecargarse es a través de tener un tiempo a solas consigo mismos y conectarse a su fuente, en Asia le llaman meditación, los gringos le dicen “take a break”, en venezolano tenemos un termino para eso: “cargar las pilas”.

Habían muchas cosas en el plato de Lincoln, una guerra que dividía al país, una prensa que todo el tiempo le atacaba con zaña y una muerte que le deprimió y le marcó la vida, la muerte de su pequeño hijo William Wallace de 11 años, por fiebre tifoidea, sus preocupaciones le mantenían en vela, durante toda la noche caminaba de un lado a otro, por toda la Casa Blanca, en muchas ocaciones asustando a los trabajadores (nadie espera encontrarse a un tipo muy alto y tan delgado como un cadaver en medio de la madrugada), de hecho estas caminatas nocturnas pudiesen ser el origen del “Fantasma de Lincoln” que por años aseguran haber visto los trabajadores de la Casa Blanca.

El ritual de las mañanas que mantenía fresco y productivo al Presidente  Lincoln pese a las grandes dificultades tenia dos partes, la primera parte consistía en leer durante varias horas las escrituras, desde muy temprano en la mañana, nadie podía molestarlo cuando abría su Biblia, todos los empleados de la Casa Blanca sabían que no había un asunto de Estado lo suficientemente grande como para interrumpir la meditación del Presidente con su pequeña Biblia marrón King James (la misma que decidió usar Trump para su juramento).

Como dato curioso Elizabeth Keckley, la sastre de Mary Lincoln, una vez observo llorar al Presidente desde el cuarto en donde estaba midiendo a la Primera Dama. “Sus pasos eran lentos y fuertes, su cara era triste” Keckley recuerda. “Como un niño cansado se tiro en el sofa, cubrió sus ojos con ambas manos. Era la imagen mas completa de la decepción.” 

Acababa de recibir noticias del Departamento de Guerra, el Presidente decía “dark, dark everywhere.” Lincoln entonces agarro una pequeña Biblia que tenia cerca del sofa y comenzó a leer. “Paso un cuarto de hora” Keckley recuerda, “y acostado sobre el sofa la cara del Presidente había cambiado, sus ojos brillaban. La mirada de derrota se había ido; de hecho, su persona reflejaba nueva resolución y esperanza.” Queriendo saber que leía, Keckley pretendió haber dejado algo cerca de Lincoln y fue detrás del sofa a recogerlo, justo detrás de donde el estaba sentado, desde allí pudo mirar por encima de su hombro. Era el libro de Job. 

Lo segundo que hacia era pulir sus zapatos, Abraham Lincoln se recordaba todos los días a si mismo que no era mas que un simple limpia-botas, sin estudios, hijo de un zapatero, nací en una granja, se recordaba lo humilde de sus orígenes y se repetía: “Yo no soy un Presidente, no se nada sobre como gobernar rectamente, no soy bueno en nada, dependo enteramente de la gracia de Dios.” Lincoln descanso siempre en esta premisa de que no era el quien hacia, sino algo superior. Incluso cuando varios de sus oficiales le alertaron sobre posibles conspiraciones para asesinarlo, Lincoln decía sonriente: “God’s will be done. I am in His hands.” (Se cumplirá el propósito de Dios, estoy en sus manos).

La fuerte fé de Lincoln fue una herencia de su madre, como el mismo diría: “All that I am or hope to be I owe to my angel mother. I remember my mother’s prayers and they have always followed me. They have clung to me all my life.”

El hecho de que el hombre mas poderoso de la tierra se tome un tiempo cada mañana para pulir sus zapatos y recordar cuan pequeño era también me hace recordar la historia de como el Emperador Romano Marco Aurelio se levantaba cada mañana: Recordándose a si mismo que era un ser humano común y corriente, que no podía odiar a nadie, no creerse mejor que nadie y que obstruir el curso natural de las cosas era anti natural. Marco Aurelio solía hablar mucho consigo mismo en las mañanas, en su libro “Meditaciones” hay toda suerte de consejos útiles para una vida con sentido común.

Cuentan que una mañana Abraham Lincoln estaba puliendo sus zapatos y un miembro del staff de la Casa Blanca entro y quedo atónito. Sorprendido por lo que veía, el hombre le dijo, “Señor! Los Presidentes no pulen sus propios zapatos.” Lincoln respondió con una frase, ‘Then whose shoes do they polish?’ (¿Que zapatos pulen entonces?). 

Que excelente ritual para un líder el de Abraham Lincoln para saber sobrellevar la dificultad, el estrés y los tiempos duros. Lectura prolongada, meditación en la Palabra de Dios y conversación interna que desarrolla carácter y humildad mientras pules tus zapatos (o limpias tu casa, afeitas tu barba, lavas tus cucos, ponle un nombre).

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Historia

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