Vida Diamante

El Banco de Inglaterra creó un concurso para elegir el rostro del próximo billete de cincuenta libras, bajo el lema “Think Science” figuran los científicos más importantes de su nación, en total se presentaron 227,299 nombres de personalidades importantes y destacadas de todos los ámbitos de la ciencia, de las cuales solo 991 cumplían los requisitos, así que con un total de 991 candidatos el Banco de Inglaterra ahora debe decidir que científico inglés deberá convertirse en la cara del próximo billete de “Fifty-Pounds”

Para el 2013, Reino Unido era el 5to país en el mundo con más patentes, por encima de Alemania y de la Unión Europea en general. Sólamente superado por Estados Unidos, Japón, China y Corea del Sur en ese orden. Pero esto no siempre fue así, hubo un momento en dónde la genialidad de los inventores y científicos británicos era de primer órden en el mundo y la isla fue el sitio único en la tierra durante décadas con la mayor cantidad de científicos per capita.

¿A que se debió este BOOM?

“Si ven esta tabla comparativa; En los países de la Reforma hubo revolución científica e industrial, en los países de la contra-reforma no.” – explica el historiador y sociólogo español Cesar Vidal en una conferencia para la Universidad Francisco Marroquin (UFM). Para Vidal este boom de genios se debió a las universidades, a la alta alfabetización de su pueblo y también a dos virtudes del sistema moral, jurídico y económico de los ingleses: “Eran protestantes y eran capitalistas.”

Pero también hay quienes dicen que se debe al espíritu soñador y aventurero de los ingleses lo que les llevaba a tener este afán por los inventos y descubrimientos. Tal y como señala este artículo de HistoryToday “Todo inglés lleva dentro un Robinson Crusoe.” Los niños ingleses crecían con historias fantásticas de piratas, de hombres heroicos y valientes que se convertían en conquistadores del mundo. Su curiosidad infantil era innegablemente alimentada por la cultura inglesa de caballeros y dragones. En dónde soñar y emprender es algo loable y el conformismo es desdeñable.

De hecho, si usted lo piensa bien, el mundo de las fantasías en occidente siempre ha sido liderado por los británicos, desde Charles Dickens, George Orwell y Oscar Wilde hasta C.S Lewis o J.R.R Tolkien, hoy en día es difícil no conseguir fanáticos de J.K Rowling o Shakespeare en algún país del mundo.

Y esto posiblemente se extendió por todo el Imperio, los países que alguna vez fueron ingleses o que formaban parte de la Common Wealth también han dado al mundo grandes e intrépidos científicos como es el caso de Estados Unidos, Australia, Egipto, India o Canadá.

El Papel Revolucionario de Inglaterra en la Ciencia

La ciencia moderna comenzó cuando los modelos matemáticos y el método científico reemplazaron las ideas abstractas y dogmáticas como formas de explicar cómo funciona el mundo y cómo podemos utilizar la naturaleza para mejorar el aprovechamiento humano sobre ella. 

Las matemáticas y la ciencia árabes e hindúes jugaron un papel importante en sentar las bases de la ciencia moderna, y las primeras figuras importantes vinieron de Europa continental. Pero fue en Gran Bretaña, en donde el desarrollo científico alcanzó su cenit en la segunda mitad del siglo XVII, durante el período conocido como la “revolución científica“.

Quién diría que la “ciencia como filosofía” y el purismo racionalista surgiría de las universidades de Oxford y Cambridge, fundadas por religiosos. Quién diría que los números en las aulas de clase comenzarían a tener un impacto real en la vida cotidiana de las personas.

Pero ya se habían sentado las bases para la ciencia moderna en Gran Bretaña mucho antes de que el matemático y astrónomo polaco Nicolás Copérnico (1473-1543) demostrara un modelo del universo en el que la Tierra y otros planetas giraban alrededor del Sol, ganándose así la excomunión por parte de la Iglesia Católica. 

Pero Copérnico trabajaba sobre la base de lo que se había descubierto en el Merton College, Oxford. En dónde Robert Grosseteste (1168-1253) y su alumno Roger Bacon (1219-1292) argumentaron que la geometría era la base para comprender los misterios de la naturaleza y que los modelos matemáticos proporcionaban una comprensión precisa y exacta del mundo que nos rodea.

Para cuando Galileo, en Italia, anunció que el sistema copernicano era más que un simple modelo matemático, y que la tierra ‘realmente‘ se movía alrededor del sol, la ‘nueva filosofía’ que había emergido de las torres de marfil de Oxford y Cambridge, y comenzó a tener un impacto en la vida cotidiana de las personas.

El dominio del hombre sobre la naturaleza

Podemos rastrear las raíces de lo que se conoció como la “Revolución Científica” en Gran Bretaña desde las actividades de tres figuras influyentes, todas las cuales florecieron alrededor del año 1600, y todas pertenecían a un círculo interno exclusivo de asesores de la familia real de la época. Isabel I, James I y, sobre todo, el hijo mayor de James, el príncipe Enrique (que murió en la adolescencia).

Sir Francis Bacon (1561-1626), el inventor del famoso Método Científico que guía a todos los científicos de hoy en día, es a menudo llamado el “padre” de la ciencia moderna, sin embargo no hizo ningún descubrimiento científico importante, pero escribió extensamente sobre el método científico empírico, los procedimientos mediante los cuales los experimentalistas podían llegar a leyes generales que rigen el mundo natural. 

Se desempeñó como Lord Chancellor (Canciller) bajo James I, pero fue deshonrado en 1621 por aceptar sobornos de clientes y se retiró a su propiedad, donde escribió y publicó su obra principal, el Novum Organum (1623). En esto expresó el punto de vista clásico de que sólo entendiendo las leyes de la naturaleza podría el hombre triunfar sobre su medio ambiente: ” (…) El imperio del hombre sobre las cosas depende del desarrollo de las artes y las ciencias. Porque no podemos mandar a la naturaleza sin obedecerla primero.”

El progreso científico occidental … se construyó sobre la base de tres descubrimientos tecnológicos clave: la imprenta, la pólvora y el imán.

Es a Bacon a quien debemos la fuerte corriente de pragmatismo en la ciencia británica del siglo XVII. El progreso científico occidental – argumentó – se construyó sobre la base de tres descubrimientos tecnológicos clave, que habían cambiado la capacidad del hombre para controlar el mundo natural. Estos tres eran la imprenta, la pólvora y el imán. “Porque estos tres han cambiado todo el rostro y el estado de las cosas en todo el mundo, de tal manera que ningún imperio, ninguna secta, ninguna estrella parece haber ejercido mayor poder e influencia en los asuntos humanos que estos descubrimientos mecánicos”. (Voltaire, un admirador de Bacon, luego agregó la invención del vidrio a los tres descubrimientos, como fundamentalespara el avance del conocimiento).

William Gilbert (1544-1603) fue médico de la corte de Isabel I y (brevemente) de James I. En su ‘De magnete‘ [Sobre el imán] (1600), fue escrito diez años antes de que Galileo publicara su ‘Starry Messenger‘ (1610) Gilbert propuso que la tierra era un imán gigante o una piedra imán, con sus polos en cada polo geográfico. Argumentó que la Tierra giraba sobre su eje debido al magnetismo terrestre.

Democratizando la Gran Instauración

William Harvey (1578-1657), también fue un médico de la corte, que sirvió tanto a James I como a Carlos I en esta capacidad, y fue médico de Sir Francis Bacon (a quien describió como que tenía “ el ojo de una víbora ” y escribía ciencia ‘como un Lord Chancellor‘). Sus experimentos sobre el movimiento de la sangre en el cuerpo de los animales fueron asistidos por su posición privilegiada en la corte y la pasión de James I por la caza: a Harvey se le concedió acceso a todas las presas inmediatamente después de su matanza, disección y observación in situ. 

En 1616, Harvey anunció su descubrimiento de la circulación de la sangre en sus conferencias Lumleian en el Royal College of Physicians; su De motu cordis et sanguinis [Sobre el movimiento del corazón y de la sangre] se publicó en 1628.

En 1660, la “nueva filosofía natural” se había convertido en una actividad de moda tanto para los nobles como para los plebeyos.

Las publicaciones clásicas de Gilbert y Harvey coincidían con la expectativa teórica de Bacon de que la observación cercana y repetida de la naturaleza produciría leyes poderosas, sobre cuya base se podrían realizar alteraciones dramáticas en el entorno del hombre (aunque Bacon se quejó de que Gilbert extendió sus generalizaciones sobre el magnetismo para explicar los fenómenos con más bien demasiado entusiasmo). 

Probablemente no sea un accidente el hecho de que estos tres pensadores científicos innovadores provengan de un mismo país y de un solo medio intelectual.  Lo que inició la revolución científica en Europa fue en buena parte el efecto combinado de sus influyentes escritos.

La Guerra Civil (1642-9) y la ejecución de Carlos I llevaron en Inglaterra al establecimiento de primero una Commonwealth y luego un Protectorado, bajo el puritano Oliver Cromwell. Entre 1650 y 1659, tanto los parlamentarios victoriosos como los realistas derrotados recurrieron con entusiasmo a la ciencia y la tecnología por sus posibles beneficios económicos y sociales.

La recopilación colaborativa de datos, la organización del conocimiento y la producción de nuevos resultados prácticos desempeñaron un papel importante en la agenda de la Commonwealth. Mientras tanto, los realistas jubilados en sus fincas de campo se dedicaron a pasatiempos intelectuales en busca de iniciativas lucrativas para aliviar sus dificultades financieras. En 1660, cuando Carlos II (que se había aficionado a la química y se había fascinado con los mecanismos de los relojes durante su exilio) regresó, la “nueva filosofía natural” se había convertido en una actividad de moda tanto para los nobles como para los plebeyos.

Ciencia y libre comercio en el Londres de la Restauración

La ciencia tomó un nuevo impulso en Gran Bretaña con la Restauración de la monarquía. A finales de 1660, John Wilkins (1614-72), ex director del Wadham College, Oxford, con un grupo de talentosos jóvenes científicos experimentales y algunos caballeros “virtuosos” (entusiastas aficionados), fundó la Royal Society y convenció al nuevo rey de que fuese su jefe. La fuerza impulsora detrás del estímulo estatal para la ciencia aplicada fue un grave déficit de efectivo en el erario público.

Desde sus inicios, la Royal Society se comprometió con la investigación y la innovación en todas las áreas del comercio y la tecnología. La corona les prometió libertades.

Entre los activos de la Society en los primeros años se encontraban algunas de las principales figuras de la ciencia británica: Robert Boyle (1627-91), Robert Hooke (1635-1703), Sir Christopher Wren (1632-1723) y Sir William Petty ( 1623-87). Los experimentos de Boyle con su bomba de vacío fueron fundamentales para el programa de experimentos semanales de la Society, presidido por Hooke, el primer Curador oficial de Experimentos de la Society. Las contribuciones de Wren y Petty abarcaron una gama extraordinariamente amplia de descubrimientos tecnológicos, desde la observación detallada del progreso de los cometas en el espacio hasta los intentos de transfusión de sangre de un perro grande a otro.

Los “Principios matemáticos de la filosofía natural” de Newton … pusieron a la ciencia en su curso moderno ‘

En 1675 se creó el Observatorio Real y se estableció en Greenwich, y el talentoso astrónomo John Flamsteed (1646-1719) fue nombrado el primer Astrónomo Real. Estas constantes exploraciones de los cielos en el Observatorio (utilizando telescopios e instrumentos de última generación financiado con dinero militar) tenían como objetivo poner a Gran Bretaña por delante de Francia en la carrera para resolver el problema de encontrar una forma de medir la longitud en el mar. Entre los científicos que estuvieron estrechamente asociados con la cartografía de los cielos durante los siguientes 25 años se encontraban Edmond Halley (1656-1742) y Sir Isaac Newton (1642-1727).

Newton, quien emergió de una cuasi reclusión académica en el Trinity College, Cambridge, en la década de 1690, para convertirse en maestro de la Royal Mint (asegurando la confiabilidad de la acuñación inglesa) y presidente de la Royal Society en 1703, ahora se erigía como la figura decorativa para el Logro científico británico. Sus Principios matemáticos de la filosofía natural (1687) fueron la base de todo, fue justamente en los cálculos y recopilación de datos de Newton que los miembros de la Royal Society, incluidos Wren y Halley, jugaron un papel importante, colocaron a la ciencia en su curso moderno (aunque pocos contemporáneos así lo entendieron).

Las raíces de la industrialización

Sin embargo, a largo plazo, los avances del siglo XVII en microscopía, medicina, química y biología probablemente hayan sido tan importantes como las leyes del movimiento de Newton, y el desarrollo de instrumentos de precisión colocó a Gran Bretaña a la vanguardia de la fabricación de equipos especializados. 

Este tipo de nueva tecnología producida en masa parecía destinada a hacer fortunas para inventor y titular de la patente y, como resultado, la colaboración fluida entre los miembros de la Royal Society (y su cooperación con miembros extranjeros en el extranjero) se veía regularmente empañada por desagradables controversias sobre prioridad y patentes. Hubo también una tensión creciente entre el modelo de ciencia “grupal” (el sueño de Bacon y su Casa de Salomón) y el modelo competitivo individual, “virtuoso“.

La rápida industrialización de Gran Bretaña … confirmó la importancia de la ciencia para impulsar la economía.

Ya para 1700 había instituciones científicas trabajando a total capacidad establecidas en toda Gran Bretaña, y la corona guardaba el compromiso con la ciencia como la base firme para el éxito en el comercio, la industria, y la prosperidad nacional, era prácticamente un pilar establecido en la agenda política que hasta la Iglesia Anglicana promovía, quienes incluso más tarde fundarían la Society of Ordained Scientists. La rápida industrialización de Gran Bretaña durante el próximo siglo y su dominio del comercio mundial confirmaron la importancia de la ciencia y del comercio sin límites como la dupla mágica para impulsar la economía.

Luego Inglaterra daría al mundo otros dos grandes aportes que revolucionaron la historia humana para siempre: John Dalton, el padre de la teoría atómica y Charles Babbage el matemático quien sentó las bases de la computación.

Con el inevitable aumento de la profesionalidad de la ciencia, el éxito de las actividades de los caballeros aficionados que habían fundado la Royal Society y que siempre habían sido considerados con cierta diversión por el público en general, cada vez fue tornándose más irrelevante. Sin embargo, los patrones de actividad científica grupal, la documentación y corroboración de los resultados experimentales y la difusión pública de los resultados (incluida la publicación en revistas especializadas en ciencias), que estableció la Society, establecieron estándares importantes y duraderos para la práctica científica que perduran hasta el día de hoy, es posible que estos protocolos y procedimientos estándar hayan dejado un legado más duradero que los “descubrimientos” realizados por miembros científicos individuales.

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