Vida Diamante

Por alguna razón solemos pensar que si Jesús nos pide o nos obliga a hacer algo y somos obedientes a Él, entonces Él está obligado a darnos un gran éxito terrenal. Que necesitamos algún otro galardón que no sea Cristo mismo para recompensar nuestro esfuerzo al haber obedecido en algún área de nuestra vida.

La Biblia dice que “engañoso es el corazón más que todas las cosas“… Nunca debemos pensar que nuestros sueños de éxito son necesariamente el propósito de Dios para nosotros. De hecho, Su propósito podría ser exactamente lo contrario.

Tenemos la idea de que Dios nos está guiando hacia un fin particular o una meta deseada, pero no es así. Pasarán años antes de darnos cuenta de que la cuestión de si llegamos o no a una determinada meta es de poca importancia, y alcanzarla se convierte en un mero episodio del camino.

Solemos utilizar esos versos de Jeremías 29 para dar algún sustento bíblico de que Dios tiene un “buen plan para darnos un futuro y una esperanza“, lo que no entendemos es que en ese contexto Dios se estaba refiriendo al Mesías (versículo 14), ese era su plan de paz y bienestar para Israel y para el mundo. Ya lo tenemos.

Bíblicamente hablando el único plan que Dios tiene para ti en este momento es la obediencia. Jesús no dice “ven y te daré“, Jesús dice “ven y sígueme“. Lo que vemos sólo como el proceso de alcanzar un fin particular por medio de la fé, Dios lo ve como la meta misma.

¿Cuál es mi visión del propósito de Dios para mí? Sea lo que sea, Su propósito es que yo me rinda, abandone mi propio corazón y dependa de Él y de Su poder ahora en este mismo momento. Esto puede quitar mucha frustración y ansiedad espiritual. Descansa en El, aprende a caer de espaldas hacia su grandeza.

Si puedo permanecer tranquilo, fiel y sin confusión en medio de las agitaciones de la vida, la meta del propósito de Dios se está logrando en mí. Dios no está trabajando hacia un fin en particular. Su propósito es el proceso mismo.

Lo que Él desea para mí es que lo vea “caminando sobre el mar” sin orilla, sin éxito, ni meta a la vista, sino simplemente teniendo la certeza absoluta de que todo está bien porque lo veo a El “caminando sobre el mar” ( Marcos 6:49). En el libro de Job se hace evidente que realmente es el proceso y no el resultado, lo que glorifica más a Dios.

Las promesas que hemos recibido en Cristo son todas Amén, son para el aquí y el ahora. No para dentro de unas décadas dónde recibiremos alguna licenciatura, mansión, yate o Ferrari del año. Dios no esta tan interesado en darte una vida cómoda y sin preocupaciones aquí en la tierra cómo está interesado en darte a Sí mismo.

Lo que muchos llaman preparación, Dios lo ve como la meta misma. Ir de “gloria en gloria“, significa vencer el pecado y cada desafío diario que vivímos en el aquí y el ahora con la fé puesta en nuestro Salvador.

El entrenamiento de Dios es para ahora, no después. Su propósito es para este mismo minuto, no para algún tiempo futuro. No tenemos nada que ver con lo que se nos dará por ser obedientes y nos equivocamos al preocuparnos por ello. Todos los Apóstoles de Cristo fueron martirizados por su obediencia. No digo que pasará lo mismo contigo, pero no deberías esperar un trato preferencial contigo ni diferente al que tuvo nuestro Señor.

¿Cuál es el propósito de Dios para mi vida? Es muy simple. Lo que Cristo quiere de ti lo pide en su oración de Juan 17: “Padre, que ellos sean uno en nosotros así como tu y yo somos uno para que el mundo pueda ver que tu me enviaste“, Jesús quiere una Iglesia santa que manifiesta el evangelio con sus vidas, en pocas palabras: Obediencia.

¿Estás obedeciendo?, ¿Estás honrándole y dándole gloria con cada cosa que haces?, ¿Estás ayudando a los pobres, a los oprimidos, a los huérfanos y a la viuda?. ¿Estás orando y leyendo la escritura diariamente?, ¿Estás predicando el Evangelio a toda criatura?, si no lo estás haciendo te estás perdiendo ahora mismo tu “llamado” y tu “propósito”.

El propósito de Dios es HOY. Es permitirme ver que cuando le obedezco Él puede caminar sobre las tormentas de mi vida ahora mismo. Que El es soberano pese a las dificultades y a las aflicciones y que El me está bendiciendo aún con esas tribulaciones. Es conocerle cada mañana en cada taza de café.

No son mis sentimientos y emociones. No es alguna meta terrenal distante, el no está obligado a responder tus metas personales (aunque puede hacerlo en su amor). La meta es El. El propósito es El. La vida cristiana es Cristo, está aquí y ahora. Es todo lo que necesitamos.

Si tenemos otro objetivo en mente, no estamos prestando suficiente atención al tiempo presente. Sin embargo, si nos damos cuenta de que la obediencia momento a momento y día tras día es la meta, entonces cada momento que llega es precioso y cada día en El es una aventura, un gigante por conquistar, una prueba por pasar y una certeza de que ya lo tenemos todo teniéndolo a Él.

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Teología

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