Vida Diamante

John D. Rockefeller (1839-1937), fue el primer multimillonario del mundo y quién comenzó la fortuna de la famosa y controversial familia Rockefeller, un magnate estadounidense que tuvo la reputación – durante mucho tiempo – de ser el hombre más rico del planeta. 
De lo siguiente no hay mucha información en español, por tanto, me dispuse a investigar y traducir durante horas algunos aspectos que considero resaltantes. John definitivamente vivió una Vida Diamante, tenía un sistema de creencias particular, de allí salían sus hábitos. Hoy evaluaremos esas lecciones de vida para todos los hombres y mujeres que desean alcanzar un gran éxito en algúna cosa teniendo casi ninguna posibilidad.
Rockefeller nació en 1839 y es considerado el empresario poseedor de la mayor fortuna que jamás haya conocido la humanidad. La historia de este magnate no es muy distinta a la historia de la mayoría de los grandes triunfos que ya conocemos: Rockefeller es el perfecto prototipo del jóven sin estudios ni probabilidades y de un pequeño inicio que empezó desde abajo y se hizo a sí mismo. 

Los valores de una Madre amorosa

 

Detrás de todo gran genio hay una mujer, y en este caso particular, el genio detrás de Rockefeller fue su madre. Proveniente de una familia humilde, el joven no tuvo estudios formales, sin embargo se vió fuertemente marcado por las enseñanzas de su madre, de quién tuvo su mayor influencia. Ella enseñó a John los valores del ahorro, la disciplina, el trabajo duro y la caridad. 

Eliza Davison Rockefeller fue la madre y principal influencia del magnate

Su padre un total irresponsable, “se iba de la casa por meses” pero el valor de una madre heroica lo marcaría para siempre, su influencia perduró aún en la forma de John de ver el mundo de los negocios; Era una mujer con un gran sentido moral, John diría: me formó en la ética del trabajo calvinista”, aquella que señala que el hombre debe hacerse próspero con su propio esfuerzo, trabajo y su inteligencia, que debe ser sobrio y frugal, que debe ser honesto en cada trato, que no debe gastar en cosas materiales innecesarias. Porque solo así será “bendecido por el Señor”.
Hacia el final de sus días, Rockefeller recordaba que su madre siempre le repetía algunas máximas que él jamás olvidaría, entre ellas aquella cita bíblica que dice: “¿Ves a un hombre afanoso en su trabajo? Será igual a los reyes.” Y esa otra que le inculcaba el valor del ahorro y la austeridad:  “¡A derroche desvergonzado, vergonzosa pobreza!” Pero su madre también le inculcaría el valor de las palabras y el de los silencios. Rockefeller representaba ese perfil reservado que suele caracterizar a los grandes hombres del mundo empresarial: no era de muchas palabras, pero decía lo necesario. Lo justo. Y hablaba más cuando callaba. John dijo:
“Mi madre decía que tus propias palabras te pueden hundir o te pueden ayudar, igual que los silencios. Yo comprendí que en los negocios esto funciona perfectamente”
Estos valores de su madre fueron comunicados a sus hijos y nietos, pues este legado también fue recogido en el libro de su nieto David Rockefeller “Memoirs” en su página 16, dice lo siguiente sobre Eliza Davison Rockefeller: “
“Era un devoto cristiano quién vivió por los lineamientos estrictos de su fe bautista. Su fe explicaba el mundo alrededor de el y lo guiaba en su camino a traves de el, y le proveía una estructura liberadora. Lo más importante de estos principios era que la fe sin buenas obras no tenía significado.  Mi abuelo fue criado en circunstancias humildes en Nueva York. William Rockefeller, su padre, fue un padre ausente y tenía un oscuro pasado, pero su madre, Eliza Davison Rockefeller fue quién de hecho crió a mi Abuelo y a sus hermanos, fue una extraordinaria y devota mujer de principios.
Mientras el padre de John, William, era un mal ejemplo, falsificador, bigamo y alcohólico. Fue su madre quién lo inspiró al trabajo duro. Una mujer resiliente que salió adelante con sus hijos. El coraje inspirador y los valores de Eliza Davison crearon a un gran hombre de negocios pero también puso en el, desde niño, el amor por la filantropía, pues ella era conocida por su gran capacidad para el servicio en la congregación donde asistía.

 

Trabajo Duro. Ahorro Máximo. Inversión Precavida.

Para poder ayudar a su madre John comenzó a vender piedras de colores (que el mismo pintaba) de diferentes formas. Lo recolectado lo guardaba en un tazón de loza azul que guardaba en lo alto de una cómoda de la sala y a la cual se refirió como “mi primera caja fuerte”
Con el negocio de la venta de piedras, trabajos temporales que realizaba para sus vecinos y el ayudar a su madre a criar pavos logró ahorrar 50 dólares para su cumpleaños número 12. Juntar 50 dólares (que para la época era mucho dinero para un niño de 12 años) fue su primer gran logro financiero. Es el equivalente a lo que hoy serían $1,500.
Un granjero de los alrededores necesitaba justamente esa suma para saldar una deuda urgente. John se la prestó. ¡pero con un interés del 7%! Al cabo de un año, descubrió azorado que su capital dado en préstamo retornaba a su bolsillo los  con 31/2 dólares de interés. A partir de esa fecha, según escribió más adelante “decidí hacer trabajar al dinero en mi lugar”. 
 
Y ahí Rockefeller comprendió una máxima de la riqueza, una lección que año tras año se sigue divulgando y sobre la cual cientos han desarrollado exitosas publicaciones, pero que fue él quien nos la dejó como legado consagrándola como una de sus frases en un texto que escribió hace décadas: “Debo hacer que el dinero trabaje para mí y no al revés.” Desde pequeño ya poseía una libreta donde anotaba todos sus gastos. Absolutamente todos, desde aquellos que podrían pasar como “gastos tontos e insignificantes”, hasta aquellos dólares que invertía en pasajes, alimentación y estudio. 
The Epic Rise of John D. Rockefeller - The Hustle
 
Esa libreta se llamaba el “Registro A” y la conservó hasta el final de sus días, cuando ya anciano y retirado decía que en ese registro se encontraba su niñez y su juventud. Refiriéndose a ese valioso documento, Rockefeller sentenció que todo aquel que desea conocer el éxito financiero debe “aprender a hacer hablar las cifras”.“Registrar los números para tener una idea de nosotros mismos.” Ya a sus 16 años egresa de la escuela comercial de Cleveland como contador. El joven John recordará a lo largo de toda su vida la fecha en que obtuvo su primer empleo, el 26 de Septiembre de 1855, como un segundo cumpleaños. En su trabajo era brillante. Por la noche, en su cama, repasaba mentalmente las operaciones financieras del día, tratando de descubrir en qué podría haber obtenido mejores ganancias.
Pronto ascendió, su remuneración también subió, pero, por sobre todo, Rockefeller tendrá presente su primer empleo porque, en sus propias palabras, “me acercó al mundo de los grandes negocios y me puso en contacto con personas que me enseñarían mucho.”

Coraje y Sueños de Libertad

 

Rockefeller comenzó a creer que el estaba predestinado para la grandeza desde los 14 años. Esta idea de que todo estaba dado para su exito le acompañó toda la vida.
A los 19 años se independizó. Gracias a sus propios ahorros y a un préstamo que le hizo a su papá completó un capital de 1, 800 dólares y junto a Maurice Clarck, 12 años mayor que él, abrió una pequeña empresa de corretajes. Pese a que el negocio parecía prometer y todo era cuestión de seguir, cuatro años después, a los 23 años de edad, John conoce a Samuel Andrews, quien era primo de Clarck y juntos estaban empezando a incursionar en el oro negro. Ambos le compartieron a John su entusiasmo y perspectivas por el oro negro. Querían que se uniera como socio comanditario a “Clarck, Andrews y Cía.”, siempre y cuando pusiera un capital de $4000. Rockefeller,algo escéptico, los puso.
Con el paso del tiempo Rockefeller comprobó que el oro negro era un negocio para gigantes,y conforme pasaban los días aprendía más y más del rubro, hasta convertirse en experto capaz de conquistar el mundo. La empresa crecía y crecía, pero los socios (los primos Clarck y Andrew) tenían temor de seguir avanzando. Rockefeller era contrario a detenerse, a diferencia de sus socios,quería seguir avanzando, incluso a ritmo más acelerado. Había comprendido que una regla de todo éxito es la expansión,que era el momento de expandirse, de ir dando los primeros pasos de lo que años después sería el imperio Rockefeller. Y así sucedió. En febrero de 1865, por 72,500 dólares, su socio Clarck le vende sus acciones y solo quedaría con Andrew, a quien si convenció de continuar. 
 
El negocio pasó a llamarse Rockefeller y Andrew y se convirtió en la mayor refinería de Cleveland, con una producción de 500 barriles por día y ganancias que ya superaban el millón de dólares y que cada trimestre se duplicaban. En los momentos de crecimiento, cuando aparentemente todo marcha bien, ahí es cuando hay que reforzar las bases del éxito. Y así lo había comprendido Rockefeller, quien rápidamente contrató a los mejores ejecutivos del medio. La máxima era sencilla: Hombres claves en puestos claves. Y así es como John contrató a ejecutivos millonarios que se comportaran como socios suyos. “La misión: hacer crecer el negocio. Profesionalizarlo. Llevarlo por caminos que nadie imaginaba.”
En Enero de 1870 fundó la Standard Oil, que en realidad era la ampliación y refundación de la empresa que ya existía. La Standard Oil se convirtió en una de las mayores refinerías de petróleo de su país, tanto que dos años después, en 1872, Rockefeller había comprado 22 de las 25 refinerías de la Cleveland y en 1878 un estudio revelaba que en los Estados Unidos se refinaban un total de 36 millones de barriles por día, de los cuales 33 millones eran de la Standard Oil.

 

 

Calma en las tormentas. Sé tu propio Tirano.

Cuando era niño, la madre de John D. Rockefeller le enseñó: “El control de sí mismo gana la batalla, porque significa el control de los demás”.

Tomó esa máxima muy en serio, adoptando un estilo de liderazgo muy diferente al estereotípico magnate corporativo, cultivando un poder que no se basaba en exhibiciones ruidosas y fanfarronas y golpes de mesa beligerantes, sino en una autoridad silenciosa y un comportamiento estoico, “parecía una esfínge” comentó su biografo Ron Chernow en el libro “God’s Gold” una de las más completas biografías de John Rockefeller.

De joven había luchado contra su propio temperamento, pero se había entrenado para controlarlo, y pasó el resto de su vida con una ecuanimidad excepcional, manteniéndose sereno y en calma sin importar las circunstancias. “Incluso cuando era adolescente”, señala Chernow, “Rockefeller estaba extremadamente sereno en una crisis… Cuanto más agitados se ponían los demás, más tranquilo se volvía”. Esta imperturbabilidad iba acompañada de una estudiada reserva.

No hacía las cosas guiado por la emoción sino por la convicción. No le gustaban las cosas a lo apurado, una de sus frases más famosas contienen el espiritu estóico de su obrar:

“Nada de apresurarse. Ningún paso en falso. Tu futuro depende de cada día que pasa. Disciplina y orden, además de un registro fiel del DEBER y el HABER.”

Como en todo camino hacia la cumbre, nada es fácil. Nada es gratuito. Alrededor de la figura de Rockefeller se han levantado una serie de mitos, acusaciones y controversias. Especialmente post-mortem, acusaciones de lo que han hecho sus nietos con su fortuna.

Pero aún en vida estában desde los que no le reconocían nada y, por el contrario, lo acusaban de enriquecerse presionando al gobierno y levantando los monopolios más escandalosos de la historia, y, por otro lado, quienes lo acusaron de masón, conspirador y causante de la primera guerra mundial.Sobre los ataques, calumnias y las acusaciones de monopolio, Rockefeller nunca dijo una palabra, se mantuvo siempre sereno, lo único que alguna vez dijo publicamente ante los rumores decía lo siguiente: “God gave me the money” (Dios me dió el dinero) y “Todo está claro entre el Señor y yo.”  Austeridad, elegancia y prudencia absoluta. Sin revelar mucho y sin buscar la fama. Con enfoque y concentración en el trabajo que se hace con excelencia:

“¿No fallamos muchos de nosotros que fallamos en lograr grandes cosas,  porque nos falta concentración, el arte de concentrar la mente en lo que se debe hacer en el momento adecuado y con exclusión de todo lo demás?”

Incluso cuando sus accionistas iniciaron un acalorado debate, el presidente de Standard Oil mantuvo la compostura. Como recordó un director: “He visto reuniones de directorio, cuando hombres emocionados gritaban blasfemias y hacían gestos amenazantes, pero el Sr. Rockefeller, manteniendo la máxima cortesía, siguió dominando la sala”.

Al tratar con adversarios, la reserva de Rockefeller trabajó para inclinar la balanza a su favor. Sus largos silencios mientras negociaba mportantes acuerdos a menudo desesperaban a los miembros de la contraparte, haciéndolos cometer acciones desesperadas y contraproducentes.

John era prácticamente inmune a la intimidación, respondia las preguntas de periodistas e interrogadores hostiles de una manera lenta, fría y digna que frustraban los intentos de hacerlo caer.Le encantaba contar la historia de la vez que un contratista furioso irrumpió en su oficina y lo atacó con una trampa de odio. Rockefeller se sentó de espaldas, encorvado sobre un escritorio hasta que la reprimenda siguió su curso. Luego se dio la vuelta en su silla giratoria, miró a los ojos al contratista y preguntó con frialdad: “No entendí lo que estabas diciendo. ¿Te importaría repetir eso?”

Sus colegas y rivales por igual lo encontraban difícil de leer, por un lado, había practicado la capacidad de mantener una cara de póquer perfecta cuando recibía una carta o telegrama para ocultar el tipo de noticias que contenía, e igualmente difícil de alcanzar. No recibiría visitas no solicitadas en su oficina, y aquellos que deseaban reunirse con él tenían que acercarse por carta. Como observa Chernow, “su lejanía frustraba a los oponentes, que sentían que estaban peleando con un fantasma”.

“Prefiero ser mi propio tirano, a esperar que otro venga para tiranizarme”

Incluso cuando la prensa lo criticó – como lo hizo la periodista Ida Tarbell – con gran éxito y atención, Rockefeller optó por guardar silencio. Rara vez leyó estas críticas, no porque no pudiera,  sino porque desdeñó las críticas de aquellos que sintió que carecían de suficiente piel en el juego. “Una cosa es pararse en el cómodo terreno de la inacción plácida y pronunciar palabras de sabiduría cínica”, dijo, “y otra es sumergirse en el trabajo mismo y, a través de una extenuante experiencia, ganarse el derecho a expresar conclusiones sólidas”.

Aunque las críticas que sintió que estaban equivocadas o totalmente equivocadas le molestaron, controló su impulso de reaccionar, lo que llevó a uno de sus socios a exclamar: “¡John, tienes una piel de rinoceronte!” Esta férrea moderación provenía de su naturaleza: Sencillamente no anhelaba la aprobación de los demás, no le importaba, mucho menos de aquellos a los que no respetaba.

Creía mucho en esa frase de Disraeli “never explain, never complain”, un amigo de Rockefeller recordó una anecdota que Chernow escribió en su libro. Los dos hombres caminaban por la propiedad de Rockefeller, y su compañero lo instó a responder a sus críticos. A modo de respuesta, Rockefeller señaló una oruga que se cruzaba en su camino:

“Mira esa lombriz allí, en la tierra. Si la piso, llamo la atención sobre ella. Si la ignoro, desaparece.” 

El poder de la Filantropía

Tenía la profunda creencia de que cuanto más daba más recibiría. No sabemos con exactitud cuanto dió pero la cifra que donó publicamente se estima en alrededor de $550 millones de dólares.
Desde pequeño, John Davidson Rockefeller, donaba una parte de sus ganancias al templo que siempre visitó en el barrio donde vivía. Su madre le inspiró un espíritu generoso. Frecuentaba ese templo aun después de multimillonario y a lo largo de su vida siempre donó religiosamente una parte de sus ganancias. Pero eso no es todo. Es más, visto en perspectiva, quizá eso sea lo menos significante.
Lo más sustancial fue que en 1901 fundó el Instituto de Investigaciones Médicas de los EEUU (el cual luego devino en universidad). En 1903 inició el Comité para la Educación, el cual brindó y fomentó la educación de los hombres de color. De igual forma, puso en marcha la Comisión de Salud, la cual realizaba atenciones y apoyos masivos a personas de escasos recursos. Con su dinero se fundó la Universidad de Chicago.
Puso en marcha la Fundación Rockefeller, que es una de las organizaciones filantrópicas más grandes, habiendo invertido más de 500 millones de dólares en sus causas. Se recuerda mucho lo que le confesó a Napoleón Hill en una entrevista que este último publicara en su célebre y conocida revista Regla de Oro: 
“Creo que el poder de hacer dinero es un don de Dios, creo que hay que desarrollarlo y utilizarlo lo mejor posible para hacer el bien a la humanidad. Como yo he recibido ese don, creo que es mi deber hacer dinero, siempre más dinero, y utilizar ese dinero para el bien de mis semejantes escuchando la voz de mi conciencia”
 
El gigante de los negocios se mantuvo activo hasta el final de sus días, pese a que las enfermedades siempre lo golpeaban. Falleció en Florida a los 97 años de edad y se estima que su fortuna superaba los 400 mil millones de dólares. El actual hombre mas rico Elon Musk del mundo posee 200 mil millones. 
 
En 1924, John Rockefeller le explica a su hijo en una carta sobre su hábito de dar dinero a otros. Creia fielmente en la maxima Todo lo que siembras cosechas. Allí decía:
“cuando comencé a tener dinero en mi infancia, también comencé a darlo a otros; inclusive comencé a incrementar estos regalos conforme mi ingreso iba incrementando.”
 
Pero la filantropía de Rockefeller era una herencia materna. Ella fue quién enseñó al niño John a ser dadivoso desde muy temprano. Conviene recordar unas palabras de Rockefeller, aquellas que concedió a su biógrafo y que se han reproducido como lo que son, la profunda convicción de un hombre de hacer las cosas bien, por que eso es lo que le han enseñado:
“Me gustaría contarles como comenzó todo. Desde niño yo tuve que comenzar a trabajar para ayudar a mi mamá. Mi primer salario era 1,50 dólares por semana. Después de la primera semana de trabajo, llegué a casa con 1,50. Mi madre, colocando el dinero en su regazo, me dijo que ella quedaría muy feliz si yo diese la décima parte de aquel dinero para el Señor. Yo lo hice y, a partir de aquella semana, hasta hoy yo he diezmado cada dólar que Dios me confió. Y yo quiero decir, si no hubiese dado el diezmo del primer dólar que gané yo no habría dado el diezmo del primer millón de dólares que gané.”
Sin embargo, muchas personas dudan de que sólo era un tema de donar o regalar dinero, y por su puesto que eso no es todo. La filantropía no era el único “hábito secreto” de la riqueza de John D. Rockefeller, el tenía al menos otros cinco  hábitos efectivos a los que apuntaba el magnate petrolero cuándo le preguntaban por que tenía tanto éxito. John pasó los últimos 40 años de su vida realizando campañas filantrópicas, dando cerca de la mitad de su fortuna.

Otros hábitos del Exito de Rockefeller

En el libro “Dominando los hábitos de Rockefeller” (Mastering the Rockefeller Habits de Verne Harnish) se describe que el magnate tenía una metodología de negocios con un enfoque tan efectivo que va justo al grano en cuáles son las prioridades y qué problemas de la empresa resolver primero para crecer el negocio y maximizar las ganancias en tiempo record. “Primero lo primero” Según el método Rockefeller una de las primeras cosas que debes hacer son ajustes de cobranza que reduzcan tus costos. Siempre hay que definir las prioridades y que va primero en la lista.
Uno de los hábitos interesantes de Rockefeller es que siempre se puso grandes metas. Les decía BHAG (Big Hairy Audacious Goal = una gran meta, peliaguda/peligrosa y audaz ), esa gran meta se divide por algunas prioridades de a 3-5 años y luego en qué acciones se implementaran en el próximo trimestre.
También hacía mucho énfasis en las personas. Creía que la decisión más importante que vas a tomar en tu empresa es el personal que va a trabajar en ella. Si no es la persona correcta, en el puesto correcto, con la capacitación correcta para la etapa en la que estás en la empresa sera difícil que te ayuden a crecer tu negocio. Si contratas mal no solo no te van a ayudar: van a ser un lastre para crecer y te pueden salir muy caros. Una de sus lecciones es  el “contrata lento y despide rápido”.
Otro hábito era su manera de llevar las reuniones, Rockefeller se quejaba de las reuniones improductivas de las empresas, sólamente hacía una junta que valiera la pena, con objetivos y eficiencia. En su sistema siempre había una junta diaria corta donde se habla de prioridades, avance y se comunicaban problemas que han surgido para que todo el equipo sepa. Luego habían juntas semanales que son más para las prioridades (60 minutos máximo ) y en las mensuales se analiza la estrategia y se revisan los resultados. Las juntas diarias eran llamadas “juntas de sincronización” y Rockefeller quería que todos estuviesen parados, así, como ya se quieren ir van al grano, en lugar de divagar en vueltas y justificaciones. Y como estás de pie en cuanto termina estás listo para tomar acción.
“Se me enseñó a trabajar y a divertirme desde muy jóven. Mi vida ha sido como una fiesta larga y feliz, repleta de trabajo y diversión, desprendida de preocupaciones y bendecida por Dios.”

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Biografías,Crecimiento Personal,Finanzas,Negocios

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2 Responses

  1. Excelente artículo biográfico, gracias por compartir esta investigación con datos históricos tan valiosos… mirando experiencias exitosas tenemos referentes ejemplares para reproducir la bondad con ética

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