Vida Diamante

Recordé una conversación que tuve con un conocido. Fue hace mucho tiempo. Este amigo es un abogado muy exitoso de la ciudad de Caracas. Nuestra cita era con fines de conseguir apoyo jurídico para un negocio que estaba por cerrar.

Cuando entré a su oficina me ofreció un café y comenzamos a conversar de varios temas. Esto es común en la cultura venezolana, no se va directo al grano, sino que primero se hace tiempo nutriendo la relación de amistad  antes de ir en concreto a lo que se busca.

Nuestra conversación se fue por las ramas. Yo le decía con datos y proyecciones que la situación financiera, política y económica de Venezuela era terrible.

Él me detuvo en seco, miró hacia la ventana y me dijo: “Leo, no sigas hablando de ese tema, porque lo haces ver como si los venezolanos somos víctimas. Yo no creo que en el mundo existan víctimas, excepto quienes creen que lo son. Ni tu ni yo somos víctimas de la dictadura. Y la gente que lo es, eligió pensar que lo eran.”

Fue una forma inteligente de mandarme a callar la boca. No pude hacer nada, el tenía razón. Había una verdad  espiritual y profunda en esa breve reflexión. En ese momento comencé a pensar mucho sobre sus palabras. Y aunque han pasado años, esa idea de “nadie en el mundo es una víctima excepto quienes lo piensan” se han quedado conmigo.

También recordé otra historia. Es un amigo muy especial que se llama Larry. Es interesante que Larry es un académico, un hombre de libros. Pero al mismo tiempo es un positivo tóxico. Su positivismo es casi que irracional. Él me contó como una vez su carro quedó atrapado en una zanja por una tormenta de nieve que había en Michigan hace varios años.

En lugar de verse como víctima y lamentarse de sus circunstancias (en este caso una catástrofe natural), comenzó a reírse y a decir: “Vaya, por fin puedo cobrar el seguro y comprarme un carro nuevo”, luego comenzó a reírse porque él había estado buscando razones para comprarse un vehículo nuevo y ahora las tenía.

Vivimos en un mundo caído y lleno de gente pecadora. No puedes esperar perfección ni justicia todo el tiempo. Pero no por eso debemos vivir con una mentalidad de víctima, incluso cuando enfrentamos dificultades, situaciones de injusticia o adversidades titánicas. Una mentalidad de víctima lo empeora todo. Lo hace aún más difícil. Nos deja en el atraso. Aunque podemos pasar por cosas difíciles, debemos rechazar la idea de ser una víctima y no permitir que esas circunstancias nos limiten.

Cuándo dejamos la mentalidad de víctima, entonces tenemos otra forma de ver la vida. Podemos incluso aprovechar las oportunidades, desde dónde estemos, con lo que tengamos y con lo que sepamos. A pesar de las adversidades, la mentalidad correcta nos dirá como aprovechar al máximo las circunstancias dadas. En lugar de utilizarlas como excusas para autocompadecernos o renunciar a nuestros sueños, deberes y metas, debemos aceptarlas y encontrar la manera de utilizarlas a nuestro favor.

Deja de ver el pasado con malos ojos. Comienza ver tu futuro con esperanza. Cuando eres una víctima no puedes pensar en que puedes hacer para resolver el problema o salir de la situación. Cuando te crees víctima, eres incapaz de defenderte, eres el primero en morir en la guerra o en el campo de concentración (Según Viktor Frankl). Eres también incapaz de reconocer tus errores, repararlos o arrepentirte de ellos. Únicamente eres una víctima.

Por otro lado tenemos que entender que Dios puede y suele encargarse de las injusticias con el tiempo. No me refiero necesariamente a la paga-recompensa del infierno/cielo. Dios también es justo aquí y ahora. El sabrá compensar las cosas injustas que nos han sucedido. Aunque otras personas puedan habernos hecho daño o hemos sufrido pérdidas, debemos confiar en que Dios tiene el control y que Él nos recompensará de alguna manera.

Los grandes hombres de la historia occidental sabían esto. Jefferson, Bolívar, Ricaurte, Washington, San Martín, Churchill, Reagan, Lutero, Marco Aurelio, etc, estaban llenos de optimismo en medio de grandes dificultades, calamidades bélicas, catástrofes naturales e incluso pérdidas humanas. Hay que seguir adelante. No eres una víctima. Las víctimas no triunfan y tú vas a triunfar.

La Biblia dice que el viaje desde Egipto a la tierra prometida solamente tardaba 11 días de camino (Deutoronomio 1:2), sin embargo, Dios explica que pese a que cumplió su promesa tardó mucho más de lo esperado. (40 años en total), cuatro décadas en lugar de 11 días, simplemente por la razón de que los israelitas tenían una mentalidad de víctima, de quejas, de murmuración y de negativismo total (Números 14:26-37).

Por eso te animo a que cambies tu mentalidad de víctima por una mentalidad de ganador, de campeón, de vencedor. Aunque en la vida vamos a enfrentar traiciones, rechazo, dolores y pérdidas, debemos negarnos a ser víctimas y creer que Dios tiene un plan en medio de ese sufrimiento. Allí es dónde veremos el horizonte claro. En lugar de vivir amargados, quejándonos y enojados, lo cuál no mejorará nuestra situación. Debemos confiar en que Dios ordena nuestros pasos y nos lleva a un destino mejor.

A menos que seas un niño indefenso, asesinado en el útero, abandonado en el medio del desierto, hacinado y desnutrido por inanición, etc, claramente no es tu culpa, sino la de adultos irresponsables. Pero si estás leyéndome ahora claramente no eres un niño abandonado, victima de bullying y asesinado. En ese caso tú no eres una víctima. No eres víctima por tu color de piel, tu posición social, el país dónde naciste, el político que gobierna. Eres víctima porque decides serlo.

Es importante que sepamos que las adversidades son parte de la vida, e incluso del plan de Dios para el hombre. Hay muchos ejemplos bíblicos, como el caso de José, en dónde las adversidades y las traiciones pueden ser utilizadas por Dios para cumplir un propósito. Aunque no siempre comprendamos por qué pasamos por ciertas situaciones, debemos confiar en que Dios está obrando en medio de ellas y que nos está preparando para algo más grande, El es nuestro restaurador, nuestra paz, nuestra lámpara y nuestro lugar seguro.

No dejes que la victimización entre en tu matrimonio, en tu empresa, en tu familia, en tu trabajo, ni en tu política. Simplemente no lo permitas. No permitamos que las circunstancias nos definan. Les animo a vivir una Vida Diamante al no permitir que las circunstancias adversas o injustas nos definan. Aunque otros puedan hacernos daño, no tienen el poder de limitar nuestro futuro. Debemos resistir la tentación de vivir con autocompasión y resentimiento, y en cambio, confiar en que Dios nos levantará y nos llevará más allá de nuestras circunstancias.

 

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