Don Quijote da de que hablar, es uno de los libros favoritos de Bill Gates y también de Napoléon Bonaparte, fue uno de los libros más preciados de George Washington, William Shakespare se inspiró en el para hacer obras maestras, al mismo Lincoln le decían Quijote sus detractores y en su lecho de muerte Bolívar se comparó a si mismo con el, es tan universal que hasta los japoneses dibujantes de viñetas le han sacado su versión en manga. Don Quijote es un libro que ha inspirado a tantos hombres de empresa y de estado durante siglos pero creo que se debe más por su filosofía que por su caricaturesca – y triste – historia. Como dato curioso, el primer ministro de la nación de Israel David Ben-Gurión aprendió español para poder leer Don Quijote de la Mancha en su idioma original.
El Quijote es tan rico que da para todo, para amarlo y para odiarlo, para amoldarlo al gusto de cada quien, hasta para decir que el Quijote promueve el protestantismo o incluso que la izquierda acuse al Quijote de ser un promotor del Capitalismo. La misma prestigiosa Universidad Francisco Marroquín (en donde he realizado algunos talleres) ha creado un curso en linea gratuito para aprender las enseñanzas que tiene el Quijote para los idealistas de la libertad en hispanoamérica, aquí la videoteca, disfrutenlo.
Hoy, las encuestas dicen que la mayoría de los españoles no lo han leído y estoy seguro que casi nadie de mi generación en América Latina lo habrá hojeado, pero; Si usted ha sido bendecido con la fortuna de haber podido leer alguna vez al hidalgo de la Mancha, entonces quédese leyendo las siguientes líneas, le harán meditar.
Primero tengamos algo presente:
A Don Quijote debemos reconocerlo antes que todo como una creación del cerebro de Miguel de Cervantes, un hombre de su época, de ascendencia judía, soldado por muchos años, católico, fiel a España y al Rey, adicto a las comedias y viejo para el momento en que escribe al Quijote, por cierto se encontraba en la prisión (por un mal cálculo que hizo como recaudador de impuestos), y tenía la terrible fama de haber dedicado su vida a mala y mediocre escritura, a modo de burla, escribió y sin saberlo, una obra maestra que cambiaría la historia de la literatura: el cuento de un aburrido “hidalgo” (descendiente de nobles pero sin títulos de realeza), de mediana edad, aventurero, enamorado de sus lecturas obsesivas de caballeros y caballería, que un día decide abandonar su vida anterior y convertirse en caballero, viajando por toda España para hacer las cosas bien, luchar contra el mal, exaltar hermosas doncellas, enfrentar sus miedos y proteger los ideales del amor, la verdad, la libertad y la justicia.
La obra original estimuló interminables generaciones de críticos, lectores y comentaristas, y su héroe principal se terminó convirtiendo en una piedra angular de la literatura y la identidad de los españoles. Pero a lo largo de los siglos, un número creciente de lectores notó un defecto deprimente en el libro: El noble caballero pintado por la pluma de Cervantes no fue tratado tan noble en la obra original. Cervantes en realidad no tenía la intención de escribir una noble historia de un caballero (o menos aún una magna obra de “literatura”), sino más bien, una sátira barata destinada a burlarse del entonces popular género de romances caballerescos (como los libros con los cuáles Don Quijote se obsesionó). Como tal, Cervantes – tan hábil como puede haber sido en difundir el idioma español – pasa la mayor parte de su libro burlándose de nuestro héroe, describiéndolo como un vejete chiflado e ilusorio que se embarca en aventuras condenadas y molesta a las demás personas con su locura. Algunos historiadores señalan que Cervantes se inspiró en la figura y vida del caraqueño Alonso Ledesma, para crear a su personaje.
El mundialmente reconocido Vladimir Nabokov había enseñado una vez un curso en Harvard sobre Don Quijote, aunque dejó de hacerlo después de varios años. Cuando se le preguntó por qué, respondió con tristeza que al releer con demasiada frecuencia la historia del caballero idealista y su brutal paliza por parte de Cervantes lo deprimía. Varios críticos han notado esto, Cervantes, a los ojos de muchos, es un matón que casualmente tiene un don para contar historias, un simple mortal que no hace justicia a la magnificencia de su creación; fue Don Quijote quien fue inspirado, sublime y auténtico. Cervantes no era más que un mecanógrafo torpe, documentando solo los giros fácticos de la historia, una especie de cronista menospreciador, sin poder captar la grandeza de espíritu de Don Quijote. Cervantes puede haber escrito el libro original, pero el Quijote ficticio, el que vive en el imaginario colectivo de sus lectores, es quien finalmente es el “modelo a seguir” y “guía”.
Miguel Unamuno quien nació tres siglos después – es el que vendría para revertir el legado contaminado del caballero, que no había recibido el debido reconocimiento por sus hazañas. Miguel de Unamuno, un poeta-filósofo vasco e intelectual iconoclasta, parecía destinado a reescribir la historia del noble caballero, exaltando sus virtudes, culminaría finalmente en la publicación de “La Vida de Don Quijote y Sancho” en 1905. Dándole al mundo el entendimiento de que debíamos redescubrir al Quijote, de que en realidad se trataba de un genio, de un filósofo, de un sabio y un emprendedor. Quizás se sintió identificado. Al igual que el Quijote, Unamuno siempre desafió a la autoridad en su España natal, criticando tanto al gobierno como a la iglesia católica en nombre de su propia filosofía. Sus críticas no fueron bien recibidas y la dictadura de Primo de Rivera lo exilió por primera vez en 1924, y luego fue puesto bajo arresto domiciliario por los fascistas durante la guerra civil, en dónde finalmente murió.
Unamuno tomaría la trama de Cervantes y reinterpretaría por completo la leyenda del caballero, finalmente lo arrojaría a su verdadera y merecida luz de grandeza. Unamuno comienza en el mismo punto de partida de Cervantes; sigue la trama original en su totalidad salvo que su propósito no era reescribir la historia, sino explicar por qué el Caballero de La Mancha, en todas sus excentricidades salvajes, está entre los de la nobleza más alta de la raza humana. Bajo la lupa de Unamuno, se nos enseñó a la sociedad moderna, que el Quijote es un filósofo y que tiene lecciones para nuestra vida y para la humanidad.
La filosofía del Quijote y sus lecciones para la vida:
Don Quijote no nació Caballero: el primer mensaje, que nos da el Quijote es que no eres un héroe al nacer uno, sino al decidir que te convertirás en uno. Si bien fuimos creados y nacimos en cierta condición inicial, se nos regala el que podemos definirnos a nosotros mismos: decidir cómo podemos hacer un cambio para bien en el mundo, como queremos ayudar y servir a los demás, como queremos ser recordados y qué impacto tendremos para la posteridad.
Antes de ser Caballero, es conocido como Alonso Quijano, un paisano viejo y poco notable con una afinidad por la caza y la lectura de libros de caballería. Tan intensa es su pasión por estas historias anticuadas de aventuras, con sus heroicos protagonistas luchando contra el mal, que agota gran parte de su patrimonio monetario para llenar su biblioteca con más de estos libros. Esta dieta literaria excesivamente rica lo lleva a la locura, separando irrevocablemente su cerebro de la realidad; sin embargo esta locura es deseable, ya que nos permite liberarnos de la multitud y ver la vida en su perspectiva más verdadera. El gastar el patrimonio en libros que eleven tu alma es irresponsable pero de ninguna manera es derroche, es crecimiento, es darle importancia a lo que de verdad lo tiene y por demás demuestra generosidad espiritual.
En sus largas caminatas por los campos en los viajes de caza de la tarde, el héroe empobrecido mira al cielo y contempla cómo algún día vagará por el mundo, cómo su nombre pasará a la historia para siempre por hechos maravillosos. Cómo se enfrentará al mal. Se creía capaz, se sentía en condiciones de hacerlo. Es como cualquier soñador, que piensa más allá de si mismo, que al experimentar un desapego / independencia de las necesidades materiales, se le permite crear en libertad y disfrutar de su vida, de su mundo. Don Quijote era un hombre contemplativo, solo aquellos que piensan profundamente y reflexionan podrán lograr radicales cambios en su vida. La palabra “arrepentimiento” en su forma etimológica significa “volver a meditar en algo – re pensar”, esta es la base de cualquier transformación interna de un hombre que decide iniciar algo con bríos, es el punto de inflexión que lleva al héroe a ir a dónde los demás nunca llegarán.
Después de 12 años deambulando por los campos y enterrado en su estudio con las historias de sus honorables caballeros de ficción, Alonso Quijano, siguiendo su corazón, da un salto inesperado de fe: decide que él mismo se propondrá convertirse en caballero. Rápidamente se renombra a sí mismo como Don Quijote. Ese día, monta su caballo, Rocinante, se pone su equipo de combate, convoca a su criado Pancho y se embarca en su primer viaje para ir a luchar por la justicia y la paz en el mundo.
Aquí el Quijote nos muestra la idea de que siempre que vas a comenzar algo es mejor hacerlo en compañía, todo buen negocio inicia con socios, toda gran batalla se libra con ejércitos, el mismo Platón pretendió iniciar su academia de filosofía para transformar el pensamiento griego mediante muchos pupilos. El Quijote se hace de un caballo y de un escudero físicamente, invisiblemente se arma de su amor por Dulcinea.
A lo largo de la novela quienes rodean al Quijote no se divierten por el giro repentino que ha tomado su vida, sus conocidos lo miran preocupación, y su propia hija lo considera loco. Pero eso no le importa: Don Quijote vivía en su propia realidad. La realidad quijotesca está caracterizada por peculiares modificaciones al espacio, al tiempo y a la causalidad. Don Quijote crea y defiende su propio mundo de los embates del mundo que los demás contemplan (y es por esto que Ayn Rand, la novelista rusa, despotrica del Quijote, le llama despreciable, y le critica en sobremanera tratando a hidalgo como una bestia irrazonable incapaz de lograr algo) después de todo, lo que dice la multitud a el no importa, ni cuán grande sea la multitud, ni cuan poderosa, Quijote crea un mundo y actúa en él. Impone su voluntad sobre la percepción de los demás. Don Quijote estaba loco porque no se acomodaba a la realidad de todos aquellos “cuyos pensamientos jamás habían sobrepasado la altura de sus sombreros”. Su realidad estaba en otras regiones de la metafísica donde no podían respirar los barberos, los bachilleres, los curas, los duques, los hosteleros y los arrieros.
En ninguna parte es esto más evidente que en su tratamiento de la belleza de su gran ideal, el amor de Dulcinea. La belleza de Dulcinea es para Quijote lo que es la belleza de una fantasía tecnológica para un ingeniero moderno. Si está todo en su mente o no, no le importa, nunca importa el que dirán, para Quijote todo está bien mientras seas fiel a ti mismo, ayudes a los demás y andes, actúes y hables “en el espíritu de Dios“. Que es exactamente lo que hace nuestro valiente caballero. Durante el resto de su vida, Don Quijote estaría involucrado en las aventuras de ser un Caballero. Durante los próximos meses atraviesan la Península Ibérica, participando en una serie de locuras y aventuras. A través del marco de esta historia, Quijote comienza una serie de frases poéticas basadas en sus meditaciones sobre lo que significa vivir una vida heróica y libre.

Al principio de sus aventuras, Don Quijote y Sancho se topan con un grupo de cazadores sin educación que deambulan por el desierto. Esa noche, a la luz de la fogata, nuestro héroe da una gran elocuencia a los pobres pastores sobre la nobleza de su vida patética y la necesidad de vivir bien, como seres justos y de acuerdo con Dios, lo cual es irónico, ya que los aburridos cabreros solo pueden comprender unos pocos versos de las complejidades de lo que dice. Pero no importó. Todavía los cautivó con su discurso, dejándolos “con la boca abierta y fascinados con sus palabras”. Quizás no entendieron los detalles intelectuales de lo que estaba diciendo, pero a través de la pasión que brotó de sus labios, oyeron lo que dijo: el mensaje, el significado. Si la gente no entiende al genio nunca sienten menos ganas de hacerlo, pero de tanto escucharlo pronto comienzan a cantar con el.
Varios días después, Don Quijote se detiene y, abrumado por la emoción, declara cuál es la epifanía fundamental de cualquier vida humana, el conocer la identidad y el propósito propios: “¡Sé quién soy!” clama.
Es un individuo que tuvo el coraje de confiar en su intuición, salir de las masas para convertirse en quien debía ser, vivir una vida auténtica sin ser destripado por el bullying vulgar o los comentarios despectivos de las personas que lamentaban que no podían hacer lo mismo o que no lo entendían. Pudo destruir el paradigma de su propia flaqueza y edad. A través del heroísmo, nuestro valiente Caballero se descubrió a sí mismo. Y al encontrar esa versión superior de sí mismo, para él, “un noble guerrero“, descubrió una verdad sobre sí mismo que solo él y Dios pueden saber. El resto de la humanidad puede burlarse de él todo lo que quieran, apenas saben quienes son ellos mismos, porque en realidad no desean ser nada, ni saben quién es el héroe.
La bondad y caridad de Don Quijote son voluntaristas y militantes. Más que la gallardía le importa la misericordia, “porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea, a nuestro ver, el de la misericordia” dice a Sancho. Después de liberar a los galeotes, exclama: “Yo topé un rosario y sarta de gente mohína y desdichada, e hice con ellos lo que mi religión me pide”. No averigua si los afligidos, encadenados y presos que se encuentra por los caminos van de aquella manera y están en aquella angustia por sus culpas o por sus desgracias; le basta saber que son menesterosos y les da libertad. Pone los ojos en sus penas. Por eso aconseja a Sancho: “Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia”. Para Quijote la justicia es un valor propio, no se guía por los conceptos impuestos por la corona, sólo reconoce dos autoridades decisivas: Dios y él mismo. Su voluntarismo extremo, que respeta tan sólo la individualidad humana y la sagrada dignidad de la persona, le hace libertar a los galeotes porque van de muy mala gana y contra su voluntad. Y los liberta en nombre de su anárquica y muy hispana “real gana”. Nos demuestra que aveces la moral propia puede – y suele – repeler la moral de la autoridad política.
De hecho, para entender las andanzas de Quijote debemos entender que cada acción que realiza el personaje está imbuida de su desesperado sueño de hacer notar a los demás de lo mal que están y que cada locura “quijotesca” tiene el anhelo de ser un acto forjador de destinos, un acto inmortal. Él reconoce la ridiculez física de tal esperanza: “todos estamos destinados a perecer con nuestros cuerpos.” Pero crea un compromiso: si no puede vivir para siempre, entonces vivirá de una manera que debería recordarse para siempre; vivir heroicamente, logrando grandes hechos que merecen sus capítulos en los anales de la historia. Que cada acto que hagas sea eterno. Incluso si no puedes ser inmortal, debes vivir como si llegarás a serlo.
Don Quijote inevitablemente tiene sus enemigos, como todo el que se atreve a luchar por algo. Vienen en forma de vecinos en casa, que conspiran sin cesar para detenerlo de lo que perciben ciegamente como una serie senilidades, de escapadas sin sentido. Intentan sacarlo dos veces de su llamado divino como Caballero, pero cada vez, después de traerlo de regreso a casa, su espíritu se recupera y se monta una vez más en su caballo, y se embarca en el mundo para más aventuras. En su tercer intento, los vecinos malvados (el más destacado fue Sansón Carrasco, un mocoso bachiller) lograron derribar al noble caballero. Y como la vida misma, todas las cosas buenas y hermosas, incluido Don Quijote, tienen que llegar a su fin.
En las trágicas páginas finales, Don Quijote yace muriendo en su cama, con Sancho y su sobrina al lado. Ahora ha sido víctima de las marramucias de sus humildes vecinos, que por su banalidad dedicaron tanto tiempo para restarle valor a su grandeza: ahora cree que su vida como Caballero fue desperdiciada.
De modo que el Quijote es una obra monumental de filosofía que redefine lo que significa ser libre. Es un desafío claro a la acción mística heroica, una guía intuitiva sobre cómo escalar a nuestro máximo potencial como seres humanos dejando atras nuestro antiguo ser y haciendo caso omiso de los detractores. Quijote pensaba que incluso si al final no somos inmortales, debemos vivir como si mereciéramos serlo. En las últimas páginas trágicas cuando muere nuestro heroico caballero, Unamuno nos consuela en el hecho último de que Quijote vivió una vida digna de vivir, brindándonos un poema con el que te dejaré:
” Aquí yace el caballero de popa, quien era tan inefablemente valiente. La verdadera vida está en lo alto, más allá de la mentira terrenal. Hasta que esta vida muera su sabor completo no está cerca.”
Sancho Panza, (quién actúa con cautela al principio, como siguiéndole la locura pero para el final del libro ya se habría infectado con su filosofía heroica de que debía vivir para perseguir la justicia y existir en un plano divino más elevado de la humanidad), fue quien se convirtió en el mayor legado inmediato del Quijote, que si bien murió tristemente, Sancho continuó con su legado, cabalgando sobre el viejo Rocinante y emprendiendo sus propias aventuras para traer justicia al mundo, ahora él mismo como el nuevo Caballero errante. Anima al lector a que siga sus propias aventuras.
El Quijote – sin saberlo – promovió la ética Kantiana y el dualismo Cartesiano que luego dió forma a Europa:
La novela de Cervantes en esencia es un suculento coctel sobre la sociedad y el individuo occidental: pasado medieval, presente renacentista y futuro modernista; individualismo y universalismo, realismo e idealismo, mundanismo y espiritualismo, y por cierto; tan triste como cómica.
En la obra hay un reflejo de la condición humana y de las tensiones internas del hombre.
Hay una comprensión de nuestra existencia, o de nuestra condición humana, en términos de tragedia. En el Quijote también se puede hablar del polo del sensualismo materialista (Sancho) y del universalismo de la razón y las ideas (El Quijote). Su visión es una visión dialéctica de la vida como lucha y abrazo entre lo real y lo ideal. Al Quijote no le basta pensar lo extraordinario; quiere vivirlo, e incluso más, quiere protagonizarlo.
Viviendo en su tiempo Don Quijote no quiere estar subordinado a él. Oponiéndose a lo efímero, a lo accesorio, a lo accidental, se aferra a las esencias irreductibles (apelando a los valores universales, la búsqueda de lo hermoso y lo intemporal). Quijote no niega lo accidental pero supone que lo substancial es superior. Tampoco le interesa el éxito pasajero, sino el que viene del esfuerzo acumulado.
El sabe que dentro de sí lleva los mejores valores de la Edad Media pero está instalado en la España renacentista de los Felipes. Don Quijote conoce su tiempo, pero no le gusta. En el
fondo sabe que no puede escapar del todo a su época, pero se decide a dar la pelea. Empobrecido y teniendo todo en su contra. Ese es el carácter de un individuo de alta moral, en sentido kantiano: la lucha por los ideales es necesaria en un mundo material. Es un hombre que se siente de otra época, donde todo era “mejor”, un caballero medieval que vive en el Renacimiento. Un hombre que vive en tensión constante con la dura realidad y en continua búsqueda de sus ideales. Probablemente Alonso Quijano se transformó en Don Quijote y se hizo caballero andante no por azar ni locura, sino por amor a la justicia y el bien a todas partes, por que sabía que hacía lo correcto y le mataba el remordimiento de seguir fingiendo.
Don Quijote podrá estar demente para nosotros pero es un personaje con una vocación claramente definida: es caballero andante porque quiere combatir – con enérgica voluntad y sin importar lo que le pase – la acción perversa del mal en el mundo. Por ello ofrenda su sangre y su vida a la conquista de los ideales de la libertad, la justicia, la paz, actuando con valentía y al mismo tiempo con nobleza, pensando en recompensas y al mismo tiempo con desinterés, pero últimamente, actúa por ser su deber según el código de caballero (que no es otro que el ideal ético kantiano). Nos enseña a vencer al hombre centrado en sí mismo, que lo mide todo por el interés y por ello pierde el impulso y la dirección para alcanzar sus sueños e ideales. Quijote también refleja el triunfo de la voluntad. Todo lo que Don Quijote se imagina o concibe, lo ve ya hecho, realizado, convertido en realidad. Quizás lo hace como una protesta contra la tiranía anónima, fría e impersonal, del mundo del material, del consumo y la técnica. Para el la mente es tan importante como el cuerpo y en última instancia el éxito del hombre está en que su mente domine al cuerpo, ¿no es este el dualismo cartesiano?, ¿no son estos postulados parecidos al neoestoicismo de Montesquieu o Francis Bacon?
Concluyo en que El Quijote no es un libro de filosofía, pero hay mucha filosofía implícita en él. Anticipa la filosofía moderna occidental basada en Kant pero especialmente hay una anticipación muy genial de la filosofía de la subjetividad cartesiana. Toda esa etapa histórica de Europa que se conoce como “el idealismo de la libertad” que resurge con Hegel ya está anticipada en la posición existencial de Don Quijote, cuya búsqueda del bien y de la libertad aún continua en medio de quienes persisten fervorosamente en un ideal pese a la adversidad circunstancial.

2 Responses
[…] soy filósofo pero tengo mis “arranques”; Anteriormente les hable de la filosofía detrás de Don Quijote, refutamos a la “Paradoja de Epícuro“, refutamos magistralmente la filosofía de Ayn […]
[…] mi lector sabrás que he escrito en defensa de Cristóbal Colón en este blog, y también sobre la filosofía de Don Quijote, uno de mis libros favoritos desde […]