Vida Diamante

En esta refutación apologética evaluaremos la «paradoja epicúrea» o el llamado «problema del mal», el cuál básicamente intenta acusar o refutar a Dios a través del supuesto «mal» en el mundo. También entiende a «mal» como sinónimo de «sufrimiento».

Lo primero que viene a la mente es: ¿»Malo» y «Bueno» con respecto a que?, necesitas un patrón moral universal y eterno para aseverar algo así, de lo contrario no hay bien ni mal, solo relativismo, pero no entremos en esas profundidades, esto es más fácil de refutar de lo que parece.

Irónicamente, la posición de Epicuro presenta la verdadera premisa de que Dios sí existe. Los pensadores intelectualmente honestos están de acuerdo en que es la irresponsabilidad y el desorden el producto primigenio del caos, en otras palabras el mal uso del «libre albedrío» es la causa del sufrimiento. La falla fundamental en la posición de Epicuro es suponer falsamente que Dios no podría tener una buena razón para permitir que continúe el mal y el sufrimiento.

El hecho de que el dolor tenga un propósito no es evaluado por Epícuro, el nunca fue padre, pero los padres sabemos cuanto nos duele ver a nuestro bebé llorar al momento de colocarle su primera vacuna, el hecho de que un padre permita que su hijo sufra una cirugía dolorosa pero que le salve la vida no significa que el padre no quiera o no pueda evitar la cirugía. El padre puede sentirse mal por el miedo del niño, el llanto y las lágrimas hasta la cirugía, y el dolor y la incomodidad que sufrió durante el período de recuperación, pero el padre tiene una mayor comprensión que el niño, sabiendo que es la decisión correcta.

Para este creador es mejor tener diversidad y libertad arriesgando el mal y el sufrimiento, en lugar de ser robótico y uniforme. Además, sin libre albedrío, no podría haber asombro ni amor: porque las únicas motivaciones del Dios bíblico detrás de todas sus actividades son el expresar de su Gloria y el expresar de su amor, el libre albedrío que nos ha dado y el amor que hace posible, tienen prioridad sobre cualquier riesgo que el libre albedrío haga posible. (Sus riesgos son básicamente las reacciones desagradables a nuestras propias malas decisiones libremente elegidas).

Finalmente, de la misma manera como el dueño de una propiedad no está obligado a hacerle mejoras y refacciones a la misma, Dios no está OBLIGADO a dar explicaciones ni a responder nada que le pidamos, y si lo hace es sólo un acto de bondad o misericordia. Dios no es nuestro servidor; nosotros somos llamados a ser sus servidores y a dar explicaciones, no es el juez quien debe testificar sino enjuiciar y no es el acusado el que debe dictar sentencia.

De hecho, aunque nos ame, tampoco tiene deberes ni responsabilidades. Causamos nuestro propio sufrimiento, y aunque El no tiene la obligación de prevenir el sufrimiento que causamos o de hacer reparaciones, en muchos casos, aún asume esas responsabilidades.

Por lo tanto, sus actividades amorosas en realidad se elevan más allá de su propia posición como Ser Supremo, por lo que la conclusión de cualquier discusión racional e inteligente del llamado «Problema del Mal» es que Dios, de hecho, es aún mejor, más inteligente, más poderoso. , y más amoroso de lo que se había imaginado antes de cualquier discusión. Por lo tanto, el creyente tonto en el intento tonto y vanidoso de este Dogma ateo de acusar a Dios fracasa, acusándolo solo a sí mismo, mientras glorifica involuntariamente a Dios: todo esto es parte del plan de Dios, todo inteligente, todopoderoso y amoroso a la vez.

Por otro lado, si Dios ha hecho al hombre tal que en su libertad algunas veces prefieren el bien en vez del mal, ¿por qué no los creó de tal forma que siempre elijan el bien? Dios no tuvo solo la opción de hace autómatas o gente libre que a veces elige el mal: Dios tenía la obvia posibilidad de crear seres libres que siempre actúen con bondad. Claramente su falla en disponerse de tal posibilidad es inconsistente con su propiedad de omnipotencia y omnibenevolencia.

Por otro lado los seguidores de Epicureo creían en la búsqueda absoluta del placer humano como propósito de la vida del hombre, ¿usted sabe cuantas atrocidades e «irresponsabilidades» se pueden cometer bajo este hedonismo epicureano?

Los seguidores de Epicúreo, llamados Epicureos, fueron más que proactivos en su búsqueda de satisfacción, buscando encontrar un equilibrio adecuado entre el placer y el dolor. Su objetivo era minimizar el dolor y maximizar el placer. Sin embargo, se dieron cuenta que lograr un objetivo en este ámbito puede generar más frustración que logro. Es posible que nunca obtengamos el placer deseado o, una vez obtenido, nos daremos cuenta de que no aporta lo que pensábamos que sería o no es suficiente.

El epicureísmo – como toda cosmovisión atea – conduce eventualmente a un pesimismo supremo pues finalmente no podemos obtener o mantener el placer que buscamos, entonces, ¿cuál es el punto? La cosmovisión filosófica cristiana basados en la segunda venida de Cristo, la resurrección de los muertos y la renovación de la creación no permite tal pesimismo, al contrario, llena de esperanza. La creación “será liberada de su esclavitud a la corrupción y obtendrá la libertad de la gloria de los hijos de Dios” (Rom. 8: 18–25; ver 1 Cor. 15) se aleja sin duda del fatalismo, para un creyente la verdadera satisfacción no es la complacencia, pero tampoco es una condición – en este lado del mundo espiritual – que no podemos admitir sentimientos de descontento e insatisfacción. Después de todo, Pablo frecuentemente expresa tales sentimientos en sus epístolas al considerar los pecados de la iglesia y sus propias deficiencias. No descansaba en sus laureles, sino que trabajaba celosamente para resolver problemas tanto personales como ministeriales.

Por otro lado los pensadores calvinistas sostenían que esta ventana de «libertad de albedrío» del hombre en realidad sólo tendía hacia la maldad, irremediablemente pecará por naturaleza y es por esto que necesita un Salvador del pecado, todo esto con basamento en las escrituras pero claro que Epícuro no estaba relacionado con este dilema, sino con los dioses griegos y el existió en una época muy anterior a la cuál se pudiese considerar tener acceso a la Biblia tal y como la tenemos hoy en día (en el 340 antes de Cristo), sin embargo Epicuro no estaba tan equivocado en todo, pues al menos tenía razón en una cosa, aún en ese entonces reconocía que debíamos tener un orígen, en su Carta a Heródoto dice que «nada surge de la nada», indicando que todos los eventos tienen causas.

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Filosofía

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  1. Muchas Gracias. Dios bendiga al Pastor MacArthur y a todos los que ponen a disposicion estos recursos valiosos

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